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Arquitectos: Atelier Ander Bados, Betsaida Curto Reyes
- Área: 760 m²
- Año: 2022
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Fotografías:Eleazar Cuadros
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Villacuri es un asentamiento humano, resultado de una invasión que comenzó hace 25 años formada principalmente por inmigrantes de la sierra y selva. Es, en su mayoría, un área de vivienda temporal y sin apenas planificación urbana. Se encuentra en el desierto peruano, a medio camino entre Ica y Paracas y al costado de la Panamericana Sur.
Para el conductor, El Barrio Chino no existe, es un no-lugar. Parece que solo hay unos pocos comercios informales, aprovechando la obligada parada de un peaje. Si el conductor se adentrara, descubriría una población mucho más grande de lo pensado, pero prácticamente desierta durante el día.
Un lugar con miles de habitantes que trabajan de sol a sol en las agroexportadoras colindantes. Pero por la noche, Villacuri se llena de vida, los trabajadores vuelven a sus improvisadas viviendas, comercios y restaurantes.
El problema de esta población, habitada por los más vulnerables, es la poca atención recibida por los gobiernos. La escuela inicial nunca fue reconstruida tras el terremoto de 2007, por lo que sus más de 300 alumnos llevan años dando clases en aulas prefabricadas, donde las condiciones son difíciles para el aprendizaje.
En 2019 la ONG All Hands and Hearts decidió reconstruir esta escuela inicial, ya que el gobierno no priorizaba su reconstrucción. Nos encontramos con un entorno cuya identidad está formada por muchas culturas diferentes. El tejido urbano se define como una anarquía organizada, creada con diferentes técnicas constructivas que dependen de la procedencia geográfica de quien la construye: Esteras, caña brava, hormigón, ladrillo, madera...Identidades tan diversas han creado una nueva personalidad característica de este lugar.
La parcela del proyecto tiene unas dimensiones ajustadas, por ello planteamos una retícula de espacios con dimensiones proporcionales que generan un juego de llenos y vacíos. Los llenos dan cabida a las 7 aulas y al edificio de servicios (baños, cocina y espacios para el profesorado). Los vacíos crean espacios que complementan a la actividad lectiva y se intercalan entre los edificios, desahogando la parcela. Estas áreas están marcadas por elementos clave: sombras, bancadas y olivos. Son, al final, aulas sin muros.
La respuesta constructiva nace de la propia comunidad que entiende su entorno como valioso. El denominador común entre todas las construcciones es la utilización de los materiales sin revestimiento, por economía. Así que lo adoptamos como concepto de proyecto. Potenciamos los materiales tal y como son; ladrillo visto, concreto visto, estera, caña brava y madera. Esto supone un ahorro importante, sin dejar de poner en valor el edificio. La sinceridad del material en su estado natural ayuda a que la comunidad pueda sentirse más identificada con la escuela y dignificada con los métodos constructivos locales.
Uno de las preocupaciones fundamentales es la necesidad de combatir las altas temperaturas del desierto que pueden alcanzar los 45°C. Re-interpretamos las cubiertas tradicionales iqueñas formadas por una cámara de aire entre dos techos. Bajo la losa de hormigón, utilizamos un plano continuo de caña brava que genera una cámara de aire ventilada en el interior. Su prolongación genera elementos de sombra en el exterior. Esto, junto con la ventilación cruzada, ayuda a reducir considerablemente las temperaturas interiores.
La caña brava y la estera, materiales locales y tradicionales, son elementos unificadores en el proyecto. Lo utilizamos como cierre, sombra, y compartimentación. En el proyecto, ponemos en valor y potenciamos la dureza del entorno con las texturas y los materiales. La escuela no deja de ser una cuidada continuidad del contexto: esteras, olivos, caña brava, yucas, tierra...esto es el alma de Villacuri.